EMPIEZO A ESCRIBIR
Al
fin llego a la casa rural. Al fin podré estar dos semanas solo, sin
interrupciones, sin llamadas comerciales, sin Internet y sus malditas
redes sociales, sin mi mujer. Llevo meses planeando esto y siento una
paz absoluta. Aislarme era la única manera de poder sacar todo lo
que tengo dentro, necesito estar solo, lo necesitaba, lo he
conseguido.
Tardé
tiempo en dar con ella: una casa sin ninguna otra alrededor, alejada
de cualquier centro urbano, en la montaña. Abro la maleta y coloco
en el armario la poca ropa que traigo. No tengo pensado salir salvo
si es por necesidad. He traído latas de comida suficientes para
estas dos semanas, agua, café, mis pastillas para la tensión y
algún analgésico. Si veo que hace falta algo más iré al pueblo de
al lado, pero mi intención es estar tanto tiempo solo como pueda.
Escuché
a un importante director decir que un guión se escribe o en 2
semanas, o en 2 años, y yo voy a hacerlo en 2 semanas. Es ahora o
nunca, no quiero dejar pasar más tiempo. Después lo traduciré y
enviaré a todo el mundo. Sé que tengo talento, tengo que mostrarlo,
no puedo ni debo fallar.
Antes
de empezar a trabajar miro qué hay en la casa. Veo que los
anteriores inquilinos han dejado algunas botellas: ron y vodka. El
ron es bueno, me vendrá bien un trago antes de empezar a escribir.
Traje mi propia bebida, pero lo tomaré como un regalo de bienvenida.
Abro
el portátil y empiezo a escribir.
Llevo
ya tres horas trabajando, esto funciona, lo sabía, ya tengo
las líneas generales de mi historia, el armazón. Un par de horas
han sido suficientes. ¿Qué es ese ruido? ¿Un móvil? Parece que
viene del baño, voy a ver, no recuerdo haber visto ningún aparato
allí antes.
“Ahora
estoy contigo, estoy ahí, contigo, y si quieres salir vivo de esta
tendrás que hacer lo que yo te diga, cabrón”. El mensaje se
repite, es el sonido de una alarma, ella lo ha cambiado, ella..
Debajo
del móvil hay un papel.
“Te
conozco hijo de puta, sabía que me ibas a matar, me daba igual, pero
ahora yo te lo haré pasar mal. ¿Has bebido ya de la botella de ron,
verdad? Qué malo es conocerse. Sabía que no te podrías resistir.
Un ron bueno y un vodka malo, no podía fallar. Pues sorpresa, porque
diluida en ese ron hay una cantidad considerable de betabloqueantes. Sí, lo mismo que las pastillas que te
tomas para la tensión, que como sabes, tomadas en gran cantidad te
pueden provocar un paro cardíaco. Tu corazón irá cada vez más
lento y...adiós. Pero tienes una oportunidad, mira en el cajón de
arriba, al fondo.”
Mierda,
¿cómo me puede estar pasando esto a mí? ¡Menudo imbécil! Claro,
la zorra me miraría el historial del portátil o me puso un programa
espía. ¡Me alegro de haberla matado, joder!
Es
verdad, noto las palpitaciones, que el corazón late con más fuerza
pero a un ritmo más lento. ¿Cuánta cantidad pondría? Me estoy
mareando, puede ser sugestión, pero me estoy mareando.
Estoy
tirado en el suelo del baño, me duele la cabeza y veo que hay mucha
sangre en el suelo. Ya lo recuerdo, me he mareado, resbalado y en la
caída me he dado con el pico del lavabo en la frente. Sólo hay
sangre frente a mis ojos, espero que sea la única. Tengo que ponerme
en pie y comprobar si es verdad lo que he leído.
A
duras penas me levanto, me echo agua en la cara, me despejo un poco.
Miro en el cajón de arriba y la veo, una jeringuilla. Joder, esto es
una mierda, casi no puedo ni ver una aguja, me dan un miedo terrible,
pánico, y la muy puta lo sabía.
El
papel parece mirarme desafiante, le doy la vuelta, sigo leyendo.
“Jajajaja!
Te jodes, sé cuánto odias las agujas, pues una bien grande.
¿Recuerdas esa escena en Pulp Fiction? Pues ahora vas a ser John
Travolta y Uma Thruman, todo en uno, el actor total. Tic-Tac
Tic-Tac... Yo que tú no tardaría mucho, según mis cálculos ya te
habrás tomado casi media botella. ¿O es que quieres venir a verme
ya, tanto me quieres? ¡Jajajaja!”
Odio
las agujas desde niño, desde que en un centro médico visionario
pensaron que el mejor remedio para acabar con las vegetaciones en la
nariz de un niño era inyectarle nosequé en el fondo de la boca, sí,
así como suena. Las odio desde que vi entrar esa aguja en mi boca
estando sujeto por otro médico, desde que sentí el dolor más
grande que he sentido en mi vida, desde que estuve sangrando por la
boca después de ese pinchazo, y mi mujer, esa zorra psicópata a la
que maté hace dos días, conocía esta historia.
No
hay tiempo que perder, cojo la jeringuilla cargada, la aprieto contra
mi pecho, cierro los ojos y la empujo con un fuerte puñetazo. Ha
dolido menos de lo que pensaba, será por el ron, pero ha dolido.
Estoy vivo, si pensó que no lo iba a hacer estaba equivocada.
Suena
el móvil, el móvil que ella dejó, es una notificación, aparece un
texto en pantalla.
“¿Sigues
vivo? ¿Te sientes mejor? ¿Notas los efectos de la adrenalina? Pues
será el efecto placebo, porque no lo era, simplemente suero
fisiológico mezclado con vodka, una bomba que, si no lo ha hecho ya, te terminará de matar. Sé que odias el vodka, lo sé todo sobre ti.
Cómo sabía que eras un psicópata como yo, cómo sabía que nos
terminaríamos matando. Ha sido un digno final, nos vemos en el
infierno”.
Empiezo
a vomitar, no me tengo en pie, caigo y mi cara golpea contra
el suelo, justo donde está el charco de sangre que provoqué antes. Me
muero, nadie llegará a saber de mi talento, tengo miedo.